Partimos en búsqueda del pogo más grande del mundo. Ya desde el arranque todo parecía destinado al fracaso. Era un proyecto de cuatro, pero por cuestiones del destino un soldado se nos calló. Abrazo para él y espero que todo esté bien.
Así que en el punto de partida (Plaza Miserere a la espera de un bondi de ricota) nos encontramos los tres. Grupo heterogéneo. Un ricotero de ley, pero raro, de los que se saben todas las letras pero que no tiene cara ni pinta de ricotero, y dos caretas en busca de experiencias.
El micro en el que se suponía que viajáramos nunca existió. Después de mucho rebusque se consiguió como ir. Mención especial para el conductor que no distingue una autopista de una calle de ripio. Viaje de lujo, buenos momentos, empanadas ruteras y gritos de júbilo cada vez que un estandarte ricotero (que podía ser tan minúsculo como una calcomanía en un paragolpes) nos confirmaba que íbamos por el camino correcto.
Ya al llegar a Tandil nos dimos cuenta que iba a ser un día histórico. Preparar la previa fue fácil, consultamos con una ama de casa local donde podíamos comprar fernét y nos orientó hacia un Carrefour. “¿A, si? ¿Hay Carrefour?” dejó escapar el oligarca del grupo.
Lo realmente difícil fue conseguir hielo. El malón ricotero había acabado con la existencia de lo que en ese momento valía oro para nosotros en cuestión de horas. Después de rogarle e implorarle a una almacenera, nuestra salvadora nos dio una botella de agua congelada, lo cual nos sacaba parcialmente de un apuro. Por gracia de la divina providencia, a las tres cuadras vimos un oasis. Una de las estaciones de servicio de la ciudad se estaba reabasteciendo, de hielo.
Luego de conseguir un sector rocoso muy acogedor nos dispusimos a prepararnos para lo que en opinión de quien les escribe sería una experiencia fantástica.
Cuando partimos ya estábamos diez puntos. El problema era la distancia. Estos tres espectadores llegaron a las inmediaciones del Hipódromo de Tandil en remis. Todo muy paquete.
En cuanto pusimos un pie en la calle vimos la caravana. La peregrinación hacia la misa del Indio.
Descontrol. Fiesta.
Partimos en busca del pogo más grande del mundo y encontramos el más grande del universo. El Indio no exageró.
Clarín dijo que fueron 80 mil personas. Yo conté más. Clarín miente, así que créanme a mí. 120.000 almas que hicieron que esa noche, el infierno este encantador.
Tremendo. Gran experiencia, gran pogo, gran ricoteam... Y gracias por eso de Ricotero de ley, es un alago. Anitua oligarca! jajajja
ResponderEliminarhalago, la H anda medio medio ;)
ResponderEliminarEl soldado caido dice presente! Que locura la vida, me estaba acordando que cuando los redondos tocaron en River, mi vieja no me dejo ir porque era "peligroso"; y justamente 10 años después, tampoco "me permitió" asistir. Pero bue, ya va a ver otra vez hermanos. Muy buena cronica de viaje matute!
ResponderEliminarEspero que no falten oportunidades Cabezón
ResponderEliminarGran crónica. Sin embargo, repensándola y comentándola hoy en el matesito post final usalense notamos que te faltaron grandes anécdotas como la milagrosa encontrada post recital. La caminata de nacho. Tu quedada super dormido. La pésima gestión de transporte de nacho. La buena onda del Quique. Las galletas oligarcas. Bob es muy discreto. La antiprevia ricotera con Onda Vaga. Los comentarios pederastas del sr anitua. La parrillita salvadora (super oligarca) con mesita afuera especial para nosotros con vista al lago. El gran árbol que nos acobijó de la fria noche y calurosa mañana, etc, etc y etc.
ResponderEliminarMuy lindo todo la verdad.
Y si, faltaron muchas cosas, pero trate de resaltar lo mas importante, ademas la memoria me falla. y eso en memphis lo saben todos
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